Recuerdo
con un poco de nostalgia algunos
aspectos de mi escuela rural en Motoso, municipio de Lebrija, en Santander.
Teníamos una sola maestra, la Señora Isolina. Su esposo era quien hacia los trabajos locativos de pintar y
reparar la escuela. Mantenía la
huerta en parcelas vecinas a la escuela. Allí sembraba yuca, maíz, cebollas....
No recuerdo haber conocido nunca en nuestra escuela alguien que hiciera
investigación educativa en matemáticas.
Las
niñas íbamos por la mañana y los niños por la tarde. Recuerdo que cuando estuvimos juntos en ocasiones solemnes,
como el final del año, me di cuenta que los niños eran mucho mayores que las
niñas. Creo que las familias
campesinas los retenían en las casas para que hicieran el trabajo en época de
cosecha y por esa razones los niños aprendían rezagados de las niñas. En mi
memoria los días inolvidables eran aquellos en que llovía. Los niños dejábamos las chinelas y
alpargates escondidos en las matas de fique del camino y nos íbamos por entre
los charcos.
Si la
Señora Isolina era profesora graduada no lo sé. Es posible que no lo fuera porque luego muchas de mis
maestras de primaria y secundaria en el Colegio de la Presentación de
Bucaramanga tampoco lo eran.
Recuerdo con tristeza que mi libro de Anatomía tenían recortadas las
paginas relativas a la reproducción.
Esa fue la causa de mi primer enfrentamiento con el
establecimiento. Como muchas
otras, esa fue una pelea que perdí.
Pero esas maestras me enseñaron otras cosas. Disciplina de trabajo.
No dejar ninguna tarea comenzada.
Hacer honor a la palabra empeñada.
Hablar claro y de frente como buen comunero. Pero eso si, como yo era interna por muchos años no fui a
cine ni leí la literatura de mi época.
Para mi gusto, rezábamos mas de la cuenta.
Quienes
fueron las estrellas de esos maestros santandereanos que yo recuerdo fueron estudiantes de últimos semestres de
la UIS que nos enseñaron
Matemáticas, Química y Física y eran unos
churros de bandera! No había muchas mujeres en la UIS por esa época y ahora cuantas hay!!! Hum....me
parece que, por muchas razones,
las escuelas de Santander son
mejores que la hermosa escuelita de Motoso que yo conocí. Es posible, es casi seguro que,
las escuelas, colegios y universidades de Santander en el futuro sean mejores
que las actuales.
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